Mediante algunas batallas personales que han coincidido con la Cuaresma este año, he llegado a entender a un nivel más profundo algo que he sabido por mucho tiempo: que Dios no tiene un plan para mí. Al menos que Dios no tiene un plan para mí en el sentido de un camino claro que Dios haya diseñado para mí y que de alguna manera dependa de mí mismo el descifrarlo y luego actuar de acuerdo a él mediante la oración y fe y mis luchas.
A través del regalo cuaresmal del arrepentimiento y algo de lo que he tenido que enfrentar en mí mismo durante estas últimas semanas, es claro para mí que Dios me respeta tan profundamente, y a todos nosotros, como para tener un plan irrevocable al que estemos destinados a seguir. Dios nos da nuestra dignidad y por lo tanto, Dios debe sentirse orgulloso de permitirnos que lleguemos a efectuar un plan propio para nuestras vidas. Dios debe deleitarse con la creatividad y la astucia de las decisiones que tomamos, el plan que diseñamos para nuestras vidas, y, estoy seguro, hay veces en que Dios quisiera que hubiéramos tomado otras decisiones en nuestras vidas. Estamos en cierto modo, por ahí, por nuestra propia cuenta y partiendo de cero.
A excepción, es decir, de la Pascua, a excepción de la victoria de Cristo sobre la muerte y el pecado a través de su resurrección. Ese es el único plan que Dios tiene para nosotros como individuos o como comunidad de la humanidad. Debido al triunfo de Cristo, de acuerdo con el plan de Dios, todas las decisiones y todas las personas son redimidas en Cristo. No hay decisión que sea definitiva o irredimible. Ésa es la gran esperanza que la iglesia le ofrece al mundo.
Este mensaje de Pascua de Resurrección me es muy reconfortante porque me infunde confianza en mi futuro personal e indudablemente, en el futuro del mundo entero. En esta Pascua, estén abiertos y abiertas a la gran opción que Dios ha creado para todas y todos en la resurrección de nuestro Salvador. ¡Feliz Pascua de Resurrección!
El Reverendísimo M. Thomas Shaw, SSJE
Obispo
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